Fuera hace Sol y el aire es fresco

 

Fuera hace Sol, y el aire es fresco. El cielo es intensamente azul, y las nubes parecen de algodón. A las ocho de la mañana, el día parecía gris, però se ha levantado; y brilla, como brilla el amor de Dios por todas partes.

Dentro, todo está oscuro, y una voz amenaza. Me pregunto retóricamente si la primera voz de Dios recoge esta amenza ontológica contundente, absoluta y sin paliativos. Resulta terriblemente asombroso con que facilidad las personas se creen doctrinas infernales absolutamente contrarias a cualquier sentido, humano o divino. La mente piensa: "Por si acaso, me reprimo. Por si acaso, acato. No sea que fuera cierto. Por si acaso, ato mi vida con alambre de espino si hace falta, me olvido de la sonrisa... por si acaso...

A algunos, lo primero que les describieron de Dios fue la amenaza. Un Dios que nos hace nacer desnudos, consecuencia de la copulación, bastante torpes y con tendencia a liarla. Muy sordos, y otro tanto, ciegos. Si los predicadores del terror hubieran sido consejeros de Dios en el Génesis, no habría mujeres, naceríamos vestidos, y los niños vendrían de París.

¿Temiendo a Dios, cómo voy a amar a Dios, querido Don Julio? ¿Cómo voy a amar, si la razón de mi obrar está atenazada por el terror a un Dios castigador eterno? ¿Dónde está el sentido reparador de un castigo, si este castigo nunca tiene fin? ¿Cuando se pondrá en pràctica el obrar rectificado si no se acaba la pena? 

¿Dónde queda la libertad, querido Don Julio? Ese respirar los campos, las playas, el mar… La luz que lo inunda todo… Todo ha sido hecho por Dios, y es su libro. La naturaleza es un libro sagrado. ¿Dónde queda la calma civilizada de un ser amabilísimo que no va a la caza del pobre miserable sinó al encuentro de un hijo amado?

Y sobretodo… ¿Dónde queda el amor al prójimo? ¿Dónde estuvieron las meditaciones que nos tenían que haber movido a crear un mundo más justo, donde los pobres de siempre no tuvieran que pasar el hambre de siempre? Hambre de pan, pero también hambre de educación, hambre de saber, hambre de cultura, hambre de formación cívica, ética, humana; hambre de oportunidades… Si una religión es una religión para ricos, entonces es una religión falsa.

¿Por qué alzó la torre babeliana que garantizaba vidas idílicas a los niños ricos cuyos papás daban tanto dinero, y que por tanto, no tenían que renunciar a formar sus familias y a tener sus propios hijos? Los pobres fuimos los llamados al celibato, porque nuestros padres no daban dinero ¿Así me lo dijo, verdad? Y los hijos de muchos de los nuestros no pudieron dar vida a sus niños por tan “caritativa” reflexión, tan llena de sabiduría mundana, estimado Don Julio. 

Temiendo a Dios, sabiendo que su lógica divina és la de un robot que tortura al que incumple, y que lo hace sin fin temporal… ¿Cómo lo hago para amar a este robot, pantocrator, que según usted movió, e inspiró a las madres cristianas de los primeros tiempos a hacer enfadar a sus verdugos romanos para que estamparan el cuerpo de sus hijos contra los muros del Coliseo, y que así no crecieran en la condenable religión romana? ¡Qué Dios más bueno me describió, querido padre Don Júlio!

Afortunadamente, este Dios me habló por su cuenta, sin usarlo a usted de intermediario. Lo suele hacer. Sopla donde quiere; y se procura alabanzas de los lactantes como yo. Y así me libré de sus errores y de sus terrores; de los de usted, no de los Dios, porque Dios ni comete errores ni aterroriza; un reino no puede alzarse contra sí mismo. 

Fue usted un terrorista. Un terrorista; entendiendo como terrorista a aquel que produce terror para conseguir unos fines ideológicos los cuales asume sin espíritu crítico.

Pero hoy, quince de noviembre de 2025, el Sol ha acabado brillando, el cielo es azul, y yo, miserable de mí, ardo de amor hacia un Dios que está por encima de cualquier imagen falsa que los pobres humanos violentos y torturados por el integrismo construyen para dirigir las vidas de sus esclavos mentales.

Estoy seguro de que usted ya sabe, ahora, lo que le quiero decir; y que estamos muy, muy de acuerdo.

Recuerdos a Suso!



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