Las manos vacías



No hace mucho, Suso escribía esta enigmática entrada:

Hay momentos que veo las sobras de  mi vida en bolsas de mis desperdicios. 

¡Extraña sensación esa de ver restos de cosas tuyas envueltas y anudadas de cualquier manera!

Tras el cristal, la noche. Bufa el viento.

Qué tristeza: un pordiosero hurga revolviendo esa porquería donde hay retazos de ilusiones, fotos recortadas de buenas personas, de momentos maravillosos y efímeros y de historias que fueron mías.

En esa bolsa está la parte que te tocaba a ti de aquel nosotros. Y ese viejo remena toda esa mierda como quien espera encontrar un tesoro...

¡ Si él supiera!: allí faltas tú, mi media vida.

Yo lo noto: estoy confuso, en el desvarío, deshilachado y roto por las hechuras.

¿De verdad se puede hallar un tesoro en esa inmundicia de uno?

Parece que El sí.


Me sorprendió el tono, a medio camino entre la poesía y la prosa reflexiva y melancólica. Eran quizá las sensaciones de una persona que sabía que se moría y que se contemplaba a si mismo como alguien lleno de miserias. A mi me pasó en una ocasión en que me moría. Me sentía confuso, deshilachado y roto por las hechuras. Le quería escribir un comentario, y no sabía como enfocarlo. Me reuní con mi equipo, que soy yo y unos cuantos espíritus del otro mundo, y decidimos imaginar lo que Dios le estaba diciendo en este momento. Seguro que Dios, ante alguien que reconoce su pequeñez, su estado ruinoso en cierta forma, tenía que enternecerse. Y expresamos la idea, recogida en alguna canción religiosa que canté hace décadas, que dice:

"La manos vacías, esto esperas tú de mi; y me pides, dejarlo todo a tus pies, hasta que ya no tenga nada, y así tú puedas entrar y llenarme hasta rebosar"

Dios necesita que reconozcamos nuestra inmensa pequeñez, nuestras manos vacías, para que Él lo ponga todo. Y esto fue lo que le escribimos en el comentario, lo que pensamos que Dios le decía en ese momento:

Me gusta como eres, porque puedo hacerte. Está todo tan embrollado; todo quema tanto o está tan frío, todo es tan amargo o excitante, tan insoportable o apasionante, que no tengo más remedio que hacerte.

Y lo ves todo tan claro en ti, que poco habrá que decirte. Ves claro que no ves nada; tengo espacio para hacerte. Nunca me sentí tan artista como al amasar tu barro.

Ves que llega la noche, y la esperas con un Pernod y un acorde de guitarra, mientras me empleo en hacerte; bajo las estrellas sin espectadores.

Y hallo la sustancia tan vivida, tan saboreada, tan dolida también, que me enamoro otra vez.





 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Adios amigo!

Qué es ser hereje?